En el Paseo Pereda, 7, había un pequeño despacho de una de las confiterías más conocidas de la ciudad. Máximo Gómez.
Un diseño único donde su característica fachada de marmol verde, de mediados de siglo, con su escaparate, formaban un juego visual geométrico que se remataba con el rótulo de metal formado por esa tipografía geométrica.
En la segunda década de los 2000 comenzó el cierre de todos los locales. Este estuvo hasta el año 2016-2017 intacto, cuando fue objeto de reforma para incorporarse como una ampliación a la joyería vecina de Bayanne.
El rótulo fue desmontado y está custodiado por la familia.