Antes de la irrupción de las grandes cadenas de comida rápida y de las hamburgueserías gourmet, en Santander teníamos, al menos, tres locales míticos que nos daban la experiencia perfecta en el mundo de la Hamburguesa. El primero el EROS ROCAMAR del Sardinero, abierto en los años 70 y que cerró en 2012, fueron hamburguesas de referencia. Después FREIDURIA MANOLO en Guevara, con más de treinta años hasta el fallecimiento de Manolo, nos llenó con aquellas hamburguesas y los bocatas de Rabas; quienes vivíamos en la zona, era visita obligada con la ración de las patata de «La Mejillonera».
Y después en 1988 abrió el Happy Burger, que nos trajo el concepto de local de gran cadena, pero local. Para los que nos pilló siendo más jóvenes se convirtió en lugar de celebración de infinidad de cumpleaños y punto de encuentro en las noches. Sus letras informales rojas, con fondo blanco, era un icono en la que antes se llamaba Calle Martillo. Tras más de treinta años de actividad cerró sus puertas.
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